LOS CAMINOS DE LA VIDA
Miki era una niño normal, con sus fantasías e ilusiones, que esperaba que la vida fuera un camino de rosas. Pero la desgracía se cruzó en su vida y una tarde cuando llegó a casa de jugar con sus amigos, encontró a su madre muerta. Su padre se encontraba lejos de casa, y de repente, Miki se encontró solo ante el mundo. Su padre al conocer la noticia no quiso saber nada y no regresó nunca jamás. Miki, de hecho, no lo volvió a ver en su vida. A partir de aquí la vida de Miki cambio por completo. Entró a formar parte de un orfanato y nadie lo quiso adoptar. Su frustración fue en aumento a medida que pasaban los años, pero la fe en Dios le hizo continuar en el camino de la vida. Cuando al fin se convirtió en sacerdote, dedicó su vida y alma a los más desfavorecidos. Y ahora con 63 años recién cumplidos ha pasado por cientos de albergues, mundos distintos y personas maravillosas. Las personas sin hogar, aunque no tengan techo ni comida, son personas humildes, dignas de salir de este vacio en el que se encuentran. Miki aprendió que todo ser humano es único, y que se le puede ayudar, siempre y cuando uno abra las ojos y el corazón. Aprendió que no somos lo que tenemos, sino lo que somos.
Olivia G.
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