viernes, 18 de octubre de 2013

¡R., PUEDES CONTAR CONMIGO!


Allí estaba R., sentado en la camilla de la consulta, con una sonrisa falsa y la mirada perdida, repitiendo una y otra vez “¿han salido mal los análisis, verdad doctora?”, aun cuando no se había recogido todavía las muestras de sangre para poder realizar las analíticas…

R. llevaba unos días viniendo a ratos al albergue, y se le había visto mal, había intentado agredirse y se había quemado el brazo. Ayer, por fin consintió que le curáramos la herida y hoy, cuando vino a comer ha accedido a ducharse y a que le acompañara al Hospital General. Cuando esperábamos para ser atendidos, no había querido sentarse junto a mí, porque le agobia estar con gente, prefiere estar solo. Pero desde el otro lado de la sala, donde había menos pacientes, me indicaba, de vez en cuando, que tardaban mucho en atendernos, que se estaba cansando de esperar.  Cuando por fin nos atendieron, la doctora  decidió que se quedaba allí ingresado. Y ella misma me llamó, una hora más tarde, para decirme que lo ingresaban en el Hospital Provincial, en la sección de psiquiatría.

Si ya es difícil la comunicación entre personas que nos consideramos “normalizadas”, ¡como aumenta la dificultad cuando nuestro interlocutor es una persona en situación de sin hogar!. Nos cuesta entender porque toman sus decisiones, porque aquello a lo que nosotros le damos valor, para ellos no es importante, y, al revés, aquello insignificante para nosotros para  ellos es lo básico en la vida.

Hoy he querido estar cerca de R., acompañarle al hospital porque el lo necesitaba, intentar comunicarme con el, decirle “que podía contar conmigo”… Y no sé si al final lo he conseguido como a mí me hubiera gustado, pero creo que estar junto a el físicamente ha sido el inicio para que el haya empezado a descubrir esto…

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domingo, 13 de octubre de 2013

COMPARTIR EL CAMINO Y LA MESA


Cáritas, desde hace un tiempo, nos hemos planteado con más fuerza que es eso de acompañar personas y procesos.

Etimológicamente acompañar es estar de camino junto con alguien o  compartir la mesa o el pan con alguna persona. En primer lugar, me gusta pensar que si compartimos camino o mesa con alguien, es porque es una persona importante para nuestras vidas. ¿Quién se pone en camino o se sienta a la mesa con cualquier persona, si no es porque hay una auténtica relación de cercanía?. Lo difícil de ello es estar junto a la persona, tome la decisión  que tome, aunque no estemos de acuerdo con ello, e incluso en los momentos en que se ponen mal las cosas.

Y Cáritas consideramos que acompañar no es solamente tener entrevistas periódicas con una persona, para preocuparnos por donde quiere encauzar su vida, también es estar junto a estas personas diariamente. No exagero si os digo que esta es la parte más atractiva para  mi del acompañamiento, de ser compañero de camino o comensal con alguien. Aquí es donde los recursos residenciales  jugamos nuestro importante papel, de apoyo a los procesos.

Tuve que estar junto a G. cuando le dio un ataque de ansiedad en el albergue y, aunque vino una ambulancia  y le dieron medicación, no se la quiso tomar en un primer momento, y tuve que estar junto con su compañero intentando que se tranquilizara.

O hemos tenido que estar junto a C. cuando ha llegado algunos días ebría y teníamos que acompañarla a su habitación para que descansara y ahora ha decidido, al menos durante un tiempo, abandonarnos.

Me gusta  mi trabajo, el mismo Jesucristo me muestra cada día con su propia vida en que reside preocuparnos  por las personas. Se trata de no vivir en actitud pasiva que el otro se acerque a mi vida, sino que tengo ser yo el que dé el primer paso, no esperando que el otro siga el camino que yo le ofrezco. Porque, como un buen amigo me enseño hace ya algunos años, amar al que tenemos al lado no es esperar a amarlo cuando cambie, sino amarlo hoy tal y como es, con sus luces y sombras. Y os aseguro que entre la personas en situación de sin hogar hay muchas sombras, pero también hay luces, lo importante es saber descubrirlas.

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viernes, 11 de octubre de 2013

Paradoja

El Roto en EL PAÍS, 11 de octubre 2013
Vivimos en un mundo con esquizofrenia social total. Una paradoja enorme nos envuelve. Una paradoja que terminamos por creer normal, hábitat en el que debemos vivir y que nos parece infranqueable o irresoluble. ¿Qué es normal? preguntarían mis alumnos en estos momentos. Normal es que tú y yo gocemos de unos derechos que otros defienden y hacen cumplir. Normal es que el dolor se pueda compartir y el gozo también, que la fiesta no vaya por barrios (ellos siempre de fiesta y otros siempre sufriendo) sino que sea patrimonio de todos… Normal es que los recortes sean para todos empezando por los que más tienen, que la crisis sea compartida para que sea menos crisis… Que si la crisis es sinónimo de oportunidad sea para los que no tienen ninguna… Por esto esta paradoja no tiene nada de normal, es falsa, es algo contra lo que hay que luchar. Las paradojas no son normales, las paradojas rompen el estado normal de las cosas… ¡¡Basta ya de engañarnos!!
Algunas claves de esta maldita paradoja en la que quieren que vivamos…
  1. Aumento del número ricos en nuestro país cuando miles de personas no tienen lo necesario para vivir dignamente…
  2. Aumento del número de personas en situación de pobreza grave cuando hablamos de dignidad y mundo desarrollado…
  3. 'Globalización de la indiferencia' (de la homilía del Papa Francisco en Lampedusa en julio del 2013) ante la inmigración y sus consecuencias (Lampedusa) cuando tenemos más medios y recursos para construir un mundo , más justo y fraterno….
  4. Se duplica en cinco años el número de personas en situación de pobreza cuando tenemos más medios para que los que más tienen contribuyan más y mejor al bien común….
  5. Aumento en el presupuesto de la partida de subvención a los partidos políticos cuando miles de partidas relacionadas con educación, sanidad, servicios sociales, ley de dependencia se recortan y casi se suprimen…
  6. Estamos a un paso de pasar de la justicia social a la beneficencia, ‘mendigar’ una pequeña ayuda sin exigir un derecho.

Simplemente una palabra del Papa Francisco que hago mía: ‘Vergüenza, estos es una vergüenza’

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martes, 8 de octubre de 2013

APRENDER... A ADAPTARSE

 
El otro  día un usuario del albergue me preguntó si yo pensaba que la gente de la calle aprendía algo. Estaba harto de oír por parte de sus compañeros de situación que ellos habían aprendido mucho. Ante tal pregunta, mi respuesta rápida fue que sí, que la calle te hace aprender de situaciones a las que en un principio no estás acostumbrado. Pero posteriormente, y después de reflexionar unos instantes, comprendí que no es aprendizaje, sino más bien adaptación a la nueva situación, sin dejar, en muchas ocasiones, de añorar aquello que se perdió. Pero con el tiempo la adaptación se convierte en forma de vida, en ver lo que ocurre a tu alrededor condicionado por la situación que se está atravesando. Y con el paso del tiempo, la adaptación se transforma en acomodación, en no querer luchar por aquello que en un momento de sus vidas era añoranza.
Añoranza por recuperar aquella familia que se perdió, aquel trabajo que hacia sentirse útil,.. en pocas palabras sentirse PERSONA válida para la sociedad. Las historias que llegan al albergue son muy variopintas, pero todas ellas llevan a la misma conclusión: CANSANCIO por intentar recuperar la dignidad, la utilidad, la autoestima,... aquellos aspectos que ayudan a una integración adecuada en la sociedad que vivimos.
Estos momentos que nos permiten conocer un poco mejor a las personas que pasan por el albergue son los que, a mi particularmente, me hacen aprender un poco más de la forma de pensar y vivir de las personas sin hogar. Al fin y al cabo, si que se puede aprender de la calle, pero para mejorar la calidad de la asistencia a las personas sin hogar. Ver con sus ojos la realidad que ellos perciben. 
 


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