APRENDER... A ADAPTARSE
El otro día un usuario del albergue me preguntó si yo pensaba que la gente de la calle aprendía algo. Estaba harto de oír por parte de sus compañeros de situación que ellos habían aprendido mucho. Ante tal pregunta, mi respuesta rápida fue que sí, que la calle te hace aprender de situaciones a las que en un principio no estás acostumbrado. Pero posteriormente, y después de reflexionar unos instantes, comprendí que no es aprendizaje, sino más bien adaptación a la nueva situación, sin dejar, en muchas ocasiones, de añorar aquello que se perdió. Pero con el tiempo la adaptación se convierte en forma de vida, en ver lo que ocurre a tu alrededor condicionado por la situación que se está atravesando. Y con el paso del tiempo, la adaptación se transforma en acomodación, en no querer luchar por aquello que en un momento de sus vidas era añoranza.
Añoranza por recuperar aquella familia que se perdió, aquel trabajo que hacia sentirse útil,.. en pocas palabras sentirse PERSONA válida para la sociedad. Las historias que llegan al albergue son muy variopintas, pero todas ellas llevan a la misma conclusión: CANSANCIO por intentar recuperar la dignidad, la utilidad, la autoestima,... aquellos aspectos que ayudan a una integración adecuada en la sociedad que vivimos.
Estos momentos que nos permiten conocer un poco mejor a las personas que pasan por el albergue son los que, a mi particularmente, me hacen aprender un poco más de la forma de pensar y vivir de las personas sin hogar. Al fin y al cabo, si que se puede aprender de la calle, pero para mejorar la calidad de la asistencia a las personas sin hogar. Ver con sus ojos la realidad que ellos perciben.
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