Dignidad
Estoy explicando a mis alumnos de sexto de primaria qué es la dignidad. Soy creyente y para mi es fácil comunicar y dar fundamentos para este concepto tan utilizado y al mismo tiempo tan olvidado en significado. Para nosotros los creyentes la dignidad nos viene dada por nuestra condición de hijos de Dios. Lo más grande, lo más importante, lo que nos hace iguales a todos los hombres y mujeres es la condición de hijos de Dios y por lo tanto hermanos unos de otros. Todos, sin excepción, somos iguales por lo tanto en derechos y no debe existir ningún tipo de discriminación por aquello que es constitutivo de nuestro ser. El segundo argumento desde la fe es la creencia en ser ‘imagen de Dios’, hechos a su imagen y semejanza, nacidos con una libertad tan grande que le podemos decir incluso ‘no’ a nuestro propio creador. Hechos imagen y semejanza significa que en mi y en el otro hay algo del modelo, de aquel en quien ‘el alfarero’ se ha fijado. Todo esto unido a la singularidad de cada uno nos hace únicos e irrepetibles. Esto es la dignidad de cada uno, iguales en libertad y derechos, dotados de un valor incalculable que no depende ni del lugar de nacimiento, ni de la cultura de cada uno, ni de la cuenta corriente, ni del tipo de familia en el que se nace y vive. Eso que todo ser humano tiene en común a cualquier otro y la singularidad de cada uno que le da un valor incalculable e inalcanzable es lo que forma la dignidad el hombre. Este concepto ha sido expresado, formulado y hecho norma entre otros documentos en la Declaración Universal de los Derechos Humanaos
¿Por qué toda esta introducción? Simplemente por estar alerta a todo lo que de distintas instituciones venimos escuchando. En nuestros países vecinos, en los que tendemos a mirarnos se va a expulsar inmigrantes por la cantidad de dinero que reciban. En una comunidad autónoma de nuestro país, en uno de sus ayuntamientos se va a expulsar a los sin techo por el hecho de ser inmigrantes. El problema es de respeto de dignidad. Todo ser humano tenga el dinero que tenga no puede ser discriminado por ello. Todo ser humano sea de donde sea tiene derecho a un techo, a un hogar, a una vivienda, a vivir dignamente. Todos estos que proponen, deciden, ejecutan… llenan sus discursos con la palabra dignidad. Una vergüenza que la utilicen y luego decidan todo lo contrario. Nuestro nivel de atención tiene que estar altísimo para detectar todo esto que bajo una apariencia de ‘bien común’, de ‘lo mejor para nuestras sociedad’, degrada y embadurna con el barro de la injusticia aquello que es referencia inviolable y sagrada, para nosotros los creyentes, la dignidad del hombre. No podemos permitir que la circunstancia del lugar de nacimiento, del nivel económico, del lugar dónde viven se convierta en factor discriminador y en referencia de decisiones claramente injustas y limitadoras de la dignidad de la persona.
David Oliver, amigo del Albergue
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