jueves, 22 de diciembre de 2011

UN MUNDO, DOS REALIDADES

Hay un conocido villancico navideño catalán que dice: “a 25 de desembre, fum fum,fum…”. Y esto es lo que no quiero que sea para mí, ni para todos nosotros la Navidad,… ¡¡humo!!. No, no quiero que todo pase y se esconda detrás de un velado tul de humo, no quiero esconderme de mis responsabilidades, ni hacer desaparecer mis miedos, ni ocultar mis preocupaciones, no quiero una cortina de humo en mi vida, ni en mis ojos, ni en mi corazón.

La Navidad, tiene un significado maravilloso para cada uno de nosotros, es algo muy especial y personal, porque cada uno vive la Navidad, de una forma distinta, cada uno tiene en su propio corazón el Belén montado, y el nacimiento de nuestro Señor, Jesús, guardado como una fecha especial, única.

En estos días tan especiales, cuándo voy por la calle, veo a la gente cargando con montones de bolsas de comercios especializados en regalos. Son esos pequeños momentos de grandeza que nos permitimos al ir a buscar el regalo adecuado para nuestros seres queridos, ese pequeño deseo hecho realidad, mediante un presente. Es en esos momentos cuándo creemos que estamos más cerca de los nuestros, porque les decimos lo importantes que son en nuestras vidas. Es cuándo sentimos que la Navidad está cerca, porque nos acordamos de nuestros seres queridos, de los que están aquí y de los que ya se han ido. Es cuándo dejamos un hueco en nuestro corazón, para recibir cómo se merece a Jesús.

Pero mientras voy por las calles, también me encuentro confundidos entre todos nosotros, a ellos, los que también van cargados con bolsas, pero no van llenas de regalos, sino de todas sus pertenencias, de sus escasas pertenencias.

Mi corazón se encoge cada vez que me cruzo con uno de ellos, cuándo nuestras miradas se encuentran fijas en un punto infinito.

Van arrastrando sus bolsas, cargadas de esperanzas, de ilusión, para que un día, esta pesadilla termine. Y mientras lo único que quieren es nuestro respeto, y humanidad. No piden nada, no tienen nada. Vagan por las calles, sin una dirección a la cuál ir, sabiendo que no hay nadie en una casa esperando su llegada, sabiendo que no pueden regalar nada, porque ni siquiera tienen para comer.

Vuelvo a casa, pero mi pensamiento está con ellos, yo lo tengo todo, ellos no tienen nada. A mi me espera mi gente, ellos no tienen quién les espere. Yo haré regalos, y con un poco de suerte, y si me he portado bien este año, me harán algún que otro regalito. Ellos no podrán dar, ni tampoco van a recibir.

No, no quiero humo en mi vida, ni en mi corazón. No quiero una venda en mis ojos. Ellos me han abierto a su realidad, y no puedo seguir escondiéndome detrás de una cortina, no puedo evitar mi responsabilidad con ellos. Se lo debo ¡¡¡.Se lo debemos!!!


Lola.

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