Sustitución
Gracias a Dios todavía sigue siendo noticia que un transeúnte muera en la calle, esta vez en Galicia. Esto nos muestra que aún hay una cierta sensibilidad social frente a la injusticia que supone que un adulto en la sociedad del despilfarro, de las mil viviendas desocupadas y vacías, muera de frío, sólo y en la calle. ¿Cómo es posible que esto suceda? Todavía esto es considerado noticia, es decir, no puede dejarnos impasibles, debe llamar la atención de nuestras conciencias. Es una injusticia que ocupa un lugar en los titulares de los periódicos, por lo menos de la ciudad donde sucede. Muchas veces, por desgracia, no hay en la crónica ni un planteamiento crítico, se limita a una reseña mal hecha de lo sucedido.
Vivir en la calle parece algo propio de cuatro que no han sabido reconducir su vida o que han dejado ‘la normalidad’ por culpa de la botella o las malas compañías. En ocasiones nos conformamos con decir ‘siempre ha sido un raro’, ‘no hace caso a nadie’ o ‘no se deja ayudar’. Todos estos reduccionismos o etiquetas nos hacen cometer una gran injusticia. Vivir en la calle no lo desea nadie. La calle es dura, la calle es fría, la calle no deja posibilidad a la intimidad (propio de las personas), la calle no es hogar para nadie. ¿Por qué están?, nos preguntamos. No reduzcamos nuestro compromiso a la respuesta a está pregunta. Están y debemos hacer que nuestra sociedad (nosotros) no lo permita. No permitimos que se circule por la izquierda pues tampoco debemos permitir que un hombre viva en el portal de nuestra casa o en el de enfrente falto de la dignidad que su condición le otorga. La sociedad, ahora que está proponiendo recortes, debe proponer este tipo de recortes: nadie sin techo, nadie sin hogar. La respuesta en ocasiones es muy simple: hay muchas más cosas importantes. ¿De verdad? No me lo creo. ¿Hay algo más importante que la dignidad del hombre? ¿Hay algo más importante que vivir dignamente en un techo, con un lugar para tu intimidad? No es verdad.
Hemos pasado una semana de sensibilidad en nuestra sociedad sobre esta situación. Los que estamos cerca de las instituciones que atienden, escuchan, e intentar paliar estás situaciones, nos damos cuenta que la injusticia va creciendo. Hemos descubierto ‘vergonzantes’ que quieren mantener el anonimato de su situación, mayores que la soledad les ha comido sus ahorros y que se han quedado sin nada y a la nada de la calle se han lanzado… personas en definitiva, hijos de Dios como yo, que necesitan una mano fraterna que les haga recuperar la confianza en el ser humano y la esperanza en la vida. El albergue, Cáritas y otras instituciones hacen una campaña de sensibilización sobre los últimos de nuestro pequeño mundo, del vecino de abajo, del que vive en el cajero, en el portal… ¿para qué? Primero para verlos, segundo para no considerar que forman parte del mobiliario urbano, tercero para que nos acerquemos, cuarto para hablarles y conocerlos, quinto para ofrecerles una mano fraterna que les ayude a abandonar la calle, para acompañarles.
La segunda parte de la noticia sobre la muerte del transeúnte en Galicia, de la que hablaba al principio, fue la rápida sustitución por otra persona que ocupó el portal. Eso también fue noticia en la prensa. Creo que debemos tener cuidado con eso, parece que tener un ‘pobre en el portal’ empieza a ser lo más normal, que el segundo ha tenido mucha suerte de encontrar un sitio, que es un lugar reservado para ellos y por lo tanto no deben quejarse, que el portal pasa a ser algo que se ‘hereda’ (bien, propiedad…. ¡¡Socorro!! Como se enteren los del gobierno les empiezan a cobrar, igual ponen un impuesto de habitabilidad a los portales, a los cajeros… Me niego pasar a la normalidad de la vida todo este tipo de noticias. Dice el libro del Genésis que no es bueno que el hombre esté sólo… creo que debería añadirse que no es bueno que esté sólo y en la calle, sin hogar.
David Oliver Felipo, amigo
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