martes, 4 de octubre de 2011

CON EL BARRO DESCUBRIMOS LO QUE SOMOS

Otro de los talleres que se imparten en el centro de día del albergue es el taller de cerámica. Este taller está dirigido por David, que debido a los númerosos talleres que ha coordinado, controla a la perfeccción las técnicas de trabajo con barro. El mismo, desde todo el simbolismo que tiene este elemento, nos cuenta su experiencia:


Los primeros jueves de mes nos juntamos en el albergue unos cuantos atrevidos, aprendices de artesanos. Nos damos la mano, nos presentamos... nos llamamos por el nombre.

Un pieza grande de barro, como de veinte kilos, nos convoca.

Tiempo robado a una siesta merecida, a la telenovela de la primera, o mejor tiempo robado a la inercia de los días, al pasar de las horas, a la liturgia de los quehaceres cotidianos.

El barro, aparentemente vulgar y ordinario, nos da siempre una lección de generosidad. Dócil y noble, nos convoca a participar de la fiesta del compartir. Se parte y reparte el barro, como se hace con el pan.

Y como pan, el barro nos adentra en el misterio de lo que no vemos. Nace de la tierra, se moldea en todas las manos, pequeñas y grandes, torpes o diestras, se acrisola en el fuego, se oxida en el horno y al fin se eleva hacia lo alto.

Lo vulgar, se hace hermoso. El trabajo quizá se convierte en arte. Lo pesado es ahora liviano. Lo tosco, sagrado.

El barro es la vida del alfarero. Tal vez una metáfora de nuestras pequeñas vidas. El barro nos rescata del anonimato. Nos habla en singular y dejamos de sentirnos extraños. El extranjero es como nosotros. Tiene nuestras manos. El barro no conoce de manos blancas o negras. El barro es excusa perfecta para encontrarnos. La coartada perfecta para sentirnos humanos, dóciles y vulnerables. Pero también fuertes y poderosos, originales y únicos. El barro es siempre agradecido. No se merece, se regala. No exige convertirse en jarrón esbelto. Se deja hacer cuchara o cenicero, león o pájaro, culebra o insecto...

El barro, como nosotros, es todo eso y algo más, Descubrirlo es siempre una oportunidad para sabernos vivos, darnos la mano y despedirnos por nuestros nombres.

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