"La vida es como una caja de bombones..." Todos recordamos esta frase de Tom Hanks sentado en un banco en la película "Forrest Gump" A esta frase se podría añadir que "la sociedad es, también, como una caja de bombones"  Los individuos que forman la sociedad tienen preferencias, como con los bombones. Los que más nos gustan nos los comemos primero. Después aquellos que nos parecen más apetitosos, y finalmente, siempre hay algunos que se quedan en la caja. Estos últimos, con el tiempo, suelen acabar en la basura. Muchas veces esos bombones no los probamos por miedo a lo nuevo o simplemente por su apariencia.

Si pensamos un poco en la sociedad pasa exactamente lo mismo. Los individuos tenemos preferencias por determinadas personas, simplemente por su aspecto físico, por sus capacidades o por su repercusión mediática. A este tipo de personas nos las "comemos" primero. Son las que más nos gustan. Posteriormente, encontramos, a lo largo de nuestra vida, a personas que nos llaman un poco la atención, y entonces, cuando entramos en contacto con ellas y las conocemos, nos damos cuenta de que realmente valen la pena, y que son éstas, las que pueden cambiar el rumbo de nuestras vidas. Son las más cercanas en el espacio y en el tiempo.Y, finalmente, encontramos a personas, que justamente por lo contrario de las primeras, las dejamos de lado y no nos interesa saber nada. Son como los bombones que no probamos, y que , por tanto no sabemos que sabor tienen. 

Para poder conocer a las personas que se encuentran en el tercer grupo de "bombones" debemos cambiar el modo de ver la sociedad. Un comienzo sería el cambiar la actitud individual de cada uno. El arriesgarse a conocer y "probar" sabores nuevos, nuevas experiencias, nuevos mundos,... El invertir nuestro tiempo en esas personas para comprobar y "probar" que estos sabores también tienen cabida entre mis preferencias.Y con el tiempo, cuando abramos una caja de bombones, todas ellos tengan la misma probabilidad de ser comidos. Sin diferencias de ningún tipo.

" Del Evangelio según San Juan                                                                                                  1, 35-42

Al día siguiente, Juan se encontraba de nuevo allí con dos de sus discípulos. Fijándose en Jesús que pasaba, dice: "He ahí el Cordero de Dios." Los dos discípulos le oyeron hablar así y siguieron a Jesús. Jesús se volvió, y al ver que le seguían les dice: "¿Qué buscáis?" Ellos le respondieron: "Rabbi- que significa maestro- ¿dónde vives?" Les respondió: "Venid y lo veréis" Fueron, pues, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día. Era más o menos la hora décima. Andrés, el hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que habían oído a Juan y habían seguido a Jesús. Este se encuentra primeramente con su hermano Simón y le dice: "Hemos encontrado al Mesías"- que quiere decir, Cristo. Y le llevó donde Jesús. Jesús, fijando su mirada en él, le dijo: "Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas" que significa Piedra"

Así comenzó el jueves el taller Manolo. Un taller de oración, de espiritualidad, donde a partir de la oración trata todo tipo de temas. En este caso, y a partir del evangelio anterior, Manolo nos introdujo en el mundo de la amistad. Aquella amistad que se basa en la confianza mutua, en la sinceridad, en el compartir, en la disponibilidad, en la afinidad, en el conocimiento mutuo, en el amor,... Y sobretodo, la base de la amistad es el perdón. El saber oír aquello que nos quieren decir, entenderlo y asumirlo. Y para ello, no hay nada mejor que un amigo que este ahí para decirlo, para seguirlo, para creerlo,... Por todo ello, queremos agradecer a Manolo que una vez al mes se acerque al Centro de Acogida y nos traiga una oración, para que a partir de ella podamos conocernos TODOS un poco mejor.

Voluntarios en Nochebuena. 

Fabrilo, conserje del centro de acogida, a partir de todo el significado de la Navidad, nos habla de su experiencia conviviendo con personas en situación de sin hogar, con una de sus poesías.

Para un amigo.

Si puedo recordarte cada día,                                

te guardo en el cajón del pensamiento

y escribo las palabras en un cuento,

que llene el corazón de poesía.

Tan solo se permite la alegría,

que engañe a la razón con argumento,

si llegas a vivir cada momento

soñando con las alas de la filantropía.

Es un honor para mí que tú me abras

un mundo de ilusión por las palabras

buscando un soneto a la medida,

que dé con la lectura de tu talle,

si vuelves cada vez con el detalle

de darme los momentos de tu vida. 

Visita del Rey Melchor